Ahora el elixir de la vida estaba entre sus manos, dentro de ese pequeño y delicioso frasco. Los momentos más bellos y las horas más angustiantes. “Nada superará esto”, decía la etiqueta. “Ni nadie”, pensó él. El arcoíris se posó en el cielo y lo cegó con sus colores, y ni el reloj sabe cuánto tiempo duró su ceguera. Corrió, riendo como desquiciado hasta tropezar, quizás con qué piedra, quizás con qué rostro, y su torpeza lo hizo morder el polvo, el cristal se rompió en mil pedazos y vio cómo el líquido escapaba entre sus dedos. El aroma más cítrico hizo arder sus ojos, se volvió loco… el dolor llegó a su cerebro, el veneno a su cabello…
…Y cuando ella acarició su pelo, sus dedos se murieron, la piel se deshizo con tanto ácido…
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