Fábrica de angustias remecida por una réplica conspiradora: prestidigitadores ilusionando a los niños, políticos ofreciendo el edén a cambio de un voto, lobos vestidos de oveja, sapos que algún día fueron gallardos príncipes, árboles… ¿árboles? Claro, árboles, lo había olvidado. Árboles tajados con promesas de amor eterno, columpios del Olimpo, piernas de Afrodita… el más suculento banquete en dos palabras: te amo.
“¡Ahí vienen!-dijo el carpintero- ¡Váyase, señorita, no vaya ser que le llegue un balazo!”
Fueron las últimas palabras que salieron de su boca, antes de desplomarse en el suelo. Corrí asustada, tan rápido que mis brazos luchaban agitados para alcanzar mis piernas, ya no aguantaba… y al doblar choqué con la puerta, cuyo letrero decía: FABRICA DE ANGUSTIAS. Había vuelto al mismo lugar del comienzo, no hice más que dar vueltas en círculos durante todos mis tiempos…
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