Tú eres la cura...

Quiero vomitar. Mi boca está seca y ningún líquido la puede mojar...

Te he pedido perdón tantas veces, y sé que no valen para ti. Te he dado las gracias de cosas tan banales, pero no de lo sustancial. Me has dado un tesoro que he comenzado a arrojar a cada dirección nueva que aparece, y tú estás ahí, desesperado preguntándote por qué. Por favor, no desesperes, yo te amo cada día más y la confianza viste el más bello ropaje, pero mi inseguridad la desviste con crueldad. Cruel es el miedo, cruel es el fantasma siniestro que me persigue a todos lados, que me toca el hombro y me hace parar cada vez que aceleras mi ritmo cardíaco. Mi arritmia es quizás la más clara evidencia de aquello…

“Prefieres seguir cayéndote en la cascada en vez de volar”. Tus palabras sintetizan todo, es una de las cosas que amo de ti. Tú me haces volar, pero tengo un ala herida, y me caigo, me caigo y, por la puta, me vuelvo a caer. Ayúdame, Alex, por favor, ayúdame, enséñame a volar y te prometo el más acogedor de los hogares. Volemos, álzame a la copa del árbol más alto de aquel bosque que se esconde en el cielo, y no me sueltes más. Golpéame, jala mi cabello y recuérdame que ese es mi lugar y cuando quiera arrojarme de las nubes en caída al infierno, recuérdame que Hades no es la solución.  Háblame de esas fotos, háblame de la luz que alguna vez tuvieron mis ojos y muéstrame la pintura más bella, sácala del fondo del baúl, pónmela aquí, frente a los ojos… no puedes dejarme olvidar el momento en que nuestras miradas se cruzaron. Tu bajo el umbral de la puerta, y yo deslumbrada, descubriendo al fin que el momento había llegado…

Me arrepiento… la curiosidad mató al gato (pero gato no es sinónimo de confianza, mucho menos de esa palabra que la historia, la filosofía y el arte llaman AMOR…)